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Chamonix
Un especial ambiente deportivo convierte a Chamonix -la primera ciudad que acogió, en 1924, unos Juegos Olímpicos de Invierno- en el lugar perfecto para ir por cuenta propia. Aunque es escasa la actividad nocturna, tiene sin embargo una interesantísima vida diurna, donde, al contrario que en cualquier otra estación de esquí, los comercios no cierran hasta las siete de la tarde. Son perfectos para comprar todo lo relacionado con el deporte blanco y para llevarse un recuerdo a casa. El centro de la villa es muy bullicioso y multitudinario, y cualquiera se entretiene con los músicos ambulantes que llenan de ambiente y colorido las calles.
Aunque las pistas de esquí de Chamonix se caracterizan por la afluencia de niños, uno puede encontrar descanso y paz invernal sin ningún problema. Es un lugar donde disfrutar en soledad del exquisito vértigo de la nieve. Para ello basta con perderse por el inmenso paisaje de montañas y glaciares que rodean Chamonix. Es ésta, además, la cuna del alpinismo y aquí todo parece que invitar a recorrer sus sendas andando hasta que cae el sol.
Desde esquiar por el Vallée Blanche, que tiene uno de los descensos más largos del mundo, hasta visitar el Museo Alpino, donde se expone una bellísima colección de grabados y litografías de Chamonix, son muchas las cosas que podemos hacer aquí. Aunque hay una que es imprescindible -además de obligatoria- para disfrutar de toda la belleza de la zona: subir al teleférico del Aiguille du Midi. Más información